AUNQUE a priori la pregunta parezca tremendista, el alarmismo está
más que justificado, y como expondremos a continuación, la evolución de los
acontecimientos nos obliga a plantear esta hipótesis de trabajo para intentar
conjurarla.
El sector agrario ha sido siempre santo y seña de la Unión Europea,
puesto que la Política Agraria Común ha sido el único nexo real de integración
económica a través de un presupuesto único para toda la Europa unida.
La PAC ha contribuido a la cohesión política y social de los
europeos además de cumplir plenamente con el objetivo para el que fue creada
hace 50 años, producir alimentos suficientes, de calidad y a un precio razonable
para alimentar a todos los ciudadanos comunitarios.
Hoy día las cosas han cambiado mucho. La UE se ha ampliado a 27
países y probablemente incremente su tamaño con nuevas incorporaciones. La PAC
ha perdido parte de su presupuesto debido a su progresivo desmantelamiento. Tras
su éxito en los años 80, década en la que los agricultores consiguieron
incrementar sus producciones y comenzaron a generarse excedentes, la Comisión
Europea inició el proceso de reducción paulatina de casi toda la red de
seguridad que permitía a los agricultores y ganaderos hacer frente a las
adversidades climatológicas y a las oscilaciones bruscas de mercados y precios,
garantizando, gracias a ello, el abastecimiento alimentario de la
población.
Los resultados más graves de esta reconversión salvaje del campo
europeo los hemos padecido todos los consumidores europeos en 2007, la escasez
de productos agrarios ha provocado un notable incremento de los precios, que han
recuperado su valor de mercado de hace 20 años.
Los ciudadanos han sufrido las consecuencias de las previsiones
erróneas de la Comisaria de Agricultura de la UE, Mariann Fischer, y de sus
compañeros en la Comisión, que pese a todas las evidencias han mantenido la
política de desmantelamiento que marcó su predecesor, Franz Fischler. Pero ellos
no son los únicos responsables de la carestía y el alza en el precio de los
alimentos, también lo son los gobiernos nacionales y regionales que plantearon
que la agricultura y la ganadería sobraban en la Europa del siglo XXI.
La cruda realidad es que hoy en día existe un riesgo cierto de
desabastecimiento alimentario en toda la UE. Un riesgo que se verá agravado si
la PAC desaparece como consecuencia de las reformas anunciadas para 2009 y 2013.
El ejercicio de 2007 nos ha dejado una lección clara, la
dependencia de terceros países no asegura ya la alimentación en Europa, pues en
contra de lo que planteaban los informes de la Comisión, China e India necesitan
más alimentos de los que producen, y llegan al mercado mundial alimentario no
como productores, sino como demandantes. El incremento de la población mundial,
con 100 millones de consumidores más cada año (en sólo seis años, los que van de
2.000 a 2.006 hemos pasado de 6.000 a 6.600 millones de habitantes) y el
incremento del nivel de vida y de consumo en los países emergentes agravan la
situación. Este tirón de la demanda puede verse agravado con una disminución de
la oferta como consecuencia del cambio climático, que según anuncian los
expertos, va a provocar en los próximos años una reducción de la productividad
agrícola del orden del 30% en amplias zonas de Asia, América y África.
En esta situación, y con condiciones de producción mucho más
extremas, el mayor peligro está en que los agricultores y ganaderos abandonen su
actividad, algo que ya viene ocurriendo en toda Europa en los últimos 20 años.
Este abandono no tiene vuelta atrás, puesto que la agricultura no funciona como
una industria, cuya instalación y desarrollo necesita tan solo de capital y
tecnología, en el campo, cuando un agricultor deja la actividad, es difícil
encontrar un sucesor y muchas tierras pasan a engrosar las filas del barbecho,
el abandono y la erosión.
La nueva reforma de la PAC que se anuncia para 2013 constituye una
oportunidad única, tal vez la última oportunidad, para que la Comisión Europea,
después de un estudio de la realidad y de las perspectivas de producción agraria
para los próximos 50 años elabore una propuesta que asegure la continuidad de la
actividad agraria en Europa y con ello garantice la independencia alimentaria de
la UE e inicie el camino de la independencia energética.
La Comisión Europea y los Gobiernos de los 27 Estados Miembros
deben entender, antes de que sea demasiado tarde, que la agricultura no
representa el pasado, la agricultura está en el centro de los retos que debe
superar el planeta durante este siglo: El reto alimentario, el reto
medioambiental y el reto energético.
Estos retos no se alcanzarán con una Política Agraria como la que
hoy sufrimos, enraizada en los planteamientos de los años 80, cuando el reto
estribaba en intentar reducir los excedentes, sino con una PAC
presupuestariamente potente que vuelva a sus orígenes y esté basada en la
preferencia comunitaria, la solidaridad financiera, la unidad de mercado y en
definitiva en todos aquellos principios que recogía el Tratado de Roma y que
paradójicamente, 50 años después, vuelven a ser una necesidad vital para la UE,
sólo así desterraremos para siempre el fantasma de la hambruna que de nuevo
amenaza al viejo continente y podremos contribuir a paliar la cruel realidad que
golpea a los habitantes del tercer mundo.